¿Rebelde o revolucionario?
Por Edgar Medina D.
Nací hace poco más de treinta años, y se pueden contar por miles las veces que escuché la frase: «México, siempre pierde» cuando se hablaba de fútbol. Sin embargo en los años recientes la selección de México ha logrado resultados históricos: Dos finales de la Copa América, una Copa confederaciones, varias Copas de Oro y la reciente Copa Mundial Sub-17, eso explica porqué mi hijo de apenas tres años de edad suele jugar entonando el grito «goool de México», ya que a su escasa edad ha escuchado ese grito más veces que yo durante mis primeros diez años de vida. Para él México, siempre gana. Eso, me lleva a la siguiente reflexión.
Hoy, vivo en un país en donde flotan en el ambiente dos actitudes ante la vida, tan trascendentales como opuestas. Una de ellas es:
«México, siempre pierde», la otra: «México, siempre gana.»
Parece que muchos de nuestros jóvenes han abrazado como un tesoro la terrible herencia del México, que siempre pierde, optando por el camino de la perdición. Se han perdido en las drogas, el alcohol, la promiscuidad sexual. Son éstos consecuentes con la corrupción, pasivos ante el progreso, apáticos ante el cambio, inertes ante la violencia, son la juventud simplemente Rebelde, una que no es ni la sombra de la juventud Revolucionaria que tantas veces ha sacudido a este mundo en temas tan trascendentales como la religión, la política, el deporte, el cine, la música, el teatro, y mucho más. Ejemplo de ello encontramos en un joven hebreo llamado Yeshua ben Yoséf, quien revolucionó al mundo por completo, dividiendo la historia en antes y después de Él, lo conocemos en nuestro país como: Jesús. Fue también otro joven, David, quien revolucionó la mentalidad del temeroso pueblo de Israel ante los embates de Goliat. Fue el joven Martin Luther King Jr. quien revolucionó a toda una nación cuando los desafió con cada una de las palabras de su célebre discurso en Washington, al decirles: «Yo tengo un sueño. Sueño con el día en que esta nación se levante para vivir de acuerdo con su creencia en la verdad evidente de que todos los hombres son creados iguales...Sueño con el día en que mis cuatro hijos vivan en una nación donde no serán juzgados por el color de su piel sino por la integridad de su carácter.»
Ser rebelde cuando se puede ser revolucionario es conformarse con muy poco, es perderse en el camino, es naufragar, es nada. Permíteme desafiarte a través del siguiente relato que se desprende del libro que abrazan sólo aquellos que tienen un corazón revolucionario, la Biblia. En ella se nos cuenta de un pequeño pero significativo grupo de gente revolucionaria, a los cuales más tarde se les conocería como cristianos. Ananiás, un hombre que formaba parte de este grupo se maravillaba de la manera en la que todos compartían sus pertenencias, al grado de que nadie decía ser suyo nada de lo que poseía, sino que tenían en común todas las cosas. Él, deseoso de los honores que recibe el bondadoso, pero, sin estar dispuesto a pagar el precio tomó una decisión al más puro estilo del «México, que siempre pierde», decidió vender una propiedad que le pertenecía y ofrendar sólo una parte del dinero que habría de recibir, pero, haciéndole creer al resto que estaba donándolo todo. Su treta lo llevó más lejos de lo que supuso, ya que al ser desenmascarado y expuesto ante los líderes de este movimiento revolucionario murió ante ellos. Entonces dice la Biblia:
«Y levantándose los jóvenes, lo envolvieron, y sacándolo, lo sepultaron[1].»
En éste pasaje encontramos tres diferencias sustanciales entre un corazón rebelde y un corazón revolucionario.
::Actitud::
La primera diferencia es su actitud. El corazón rebelde lucha por sus derechos, mientras que en el corazón revolucionario se alberga la esperanza de una mejor situación para los demás. Estos jóvenes mostraron su buena actitud al levantarse tan pronto como identificaron una necesidad en su medio, se encontraban sentados, como muchos hoy lo están hora tras hora frente al monitor de la computadora o al televisor. Estaban sentados, sí, pero alerta, en espera de entrar en acción, dispuestos a servir, atentos a las necesidades de los demás.
::Acción::
La segunda diferencia es su acción. El corazón rebelde reacciona contra el orden, mientras el corazón revolucionario reacciona ante la necesidad y contra la injusticia. No creo que enterrar muertos hubiese sido algo en lo que estuvieran entrenados estos jóvenes, simplemente no se limitaron ni a sus conocimientos, ni habilidades. Cruzaron la barrera de lo posible, barrieron con la costumbre, se divorciaron de la tradición y superaron con notoriedad la expectativa que se tenía de ellos. Quien tiene un corazón revolucionario nunca pasará desapercibido, será amado u odiado, pera nada le hará titubear hasta no ver transformada su familia, su escuela, su colonia, su ciudad, su nación y aún el mundo entero.
::Autoridad::
La tercera diferencia es la autoridad. El corazón rebelde se revela contra la autoridad, mientras que el corazón revolucionario se abraza a una autoridad superior, como el clamor del pueblo, como la voz de Dios. Los jóvenes de este relato estaban en sintonía con los líderes del movimiento revolucionario, como las flechas que son lanzadas por un arquero. Quien tiene un corazón revolucionario actúa con autoridad, porque la causa que ha abrazado es la autora de sus acciones. Es capaz de irrumpir con la violencia que produce todo cambio sustentado por la nobleza del fin que persigue. El revolucionario ha cedido su voluntad sólo a aquello que ha demostrado ser una causa digna, verdadera y comprobable. El revolucionario, sepulta los muertos que se le presentan a la vista, muertos tales como la corrupción, la mentira, el robo, la cobardía, el alcoholismo, la drogadicción, y todo mal que limite el progreso del pueblo al cual se ama. Aún y cuando hayan sido la triste herencia que le han legado las generaciones anteriores.
El rebelde y el revolucionario conviven en un mismo escenario, pero representan dos tramas totalmente opuestas.
::A la historia::
El corazón rebelde la ignora, el revolucionario la genera.
::Al futuro::
El rebelde lo evade, el revolucionario lo conquista.
::Al dolor::
El rebelde lo evita, el revolucionario lo transforma en su fuerza.
::Y a la vida::
El rebelde la desperdicia, el revolucionario la redime, le da un nuevo enfoque y un mejor sentido.
Dios está buscando jóvenes con corazón revolucionario por que «el reino de los cielos sufre violencia, y los violentos lo arrebatan» [Mateo 11:12]. Dios te está buscando a ti, y desea que hagas tuya su causa, la cual es arrancar a los que se han perdido de la muerte en la que se encuentran y trasladarlos a la vida.
Si ese es tu deseo: Levántate y sepulta lo que te lleva a la muerte al hacer tuyas la actitud, la acción y la autoridad de Jesucristo, todo lo cual está a tu disposición en la Biblia. Y forma parte de la generación que ha de trastornar a este mundo con el poder de Dios.
[1] Hechos 5:6
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