Thursday, August 26, 2010

Lecciones espirituales de un perro muerto

Lecciones espirituales de un perro muerto
Por Edgar Medina D.

«¿Por qué maldice este perro muerto a mi señor el rey? Te ruego que me dejes pasar, y le quitaré la cabeza.»
2 Samuel 16:9 RVR

Cuántos no hemos escuchado inspiradores mensajes que se desprenden de la vida de David, el famoso rey del antiguo Israel. Nos ha infundido ánimo, más de una vez, su lucha contra el gigante Goliat. Ha despertado nuestra admiración su valentía y sagacidad en la guerra. Quizá, nos provoque intriga, de cuando en cuando, el saber cómo lograba disipar los fieros ataques demoníacos, tan sólo con el tocar el arpa. Y ¿qué hay de su noble ejército de pordioseros, de su leal amistad con Jonatán, de sus canciones y de sus poemas? Muchas enseñanzas podemos encontrar, sin duda, en cada una de ellas.

De David, podemos aprender tanto de su gloria, como de su desdicha. Pues, aún y en los momentos más oscuros, fue capaz de encontrar la dirección divina.

¿Y qué del perro muerto?
Una de esas veces que a David se le puso la cosa color ojo de hormiga, fue cuando su hijo, Absalón, se sublevó en su contra. Esto llevó a David a dejar la ciudad de Jerusalén y llegar con un pequeño grupo de aliados a Bahurim, un poblado hebreo. Ahí fue «amablemente» recibido por un descendiente de su antiguo enemigo, Saúl.

La recepción incluía desde típicos souvenir´s del lugar en forma de piedras llenas de tierra con entrega express vía aérea [directas a la cara, por cierto], hasta membresías a David para el club de Jack el destripador, el Mocha Orejas o el pozolero [aquel que se deshacía de sus víctimas sumergiéndolas en ácido]. Pues, Simeí, su gentil anfitrión, no cesaba de insultarle y ofenderle.

Es de hacer notar, que todas las acusaciones que David recibió ese día, eran infundadas. Lo que es más, eran terribles mentiras; meras calumnias.

¿Cómo respondes a la calumnia?
Recibir una calumnia es algo difícil de tolerar, la mayoría de nosotros tratamos de aclarar el asunto tan pronto como nos es posible. Pero, si aparte tuviéramos la oportunidad de hacer escarmentar, aunque sea un poquito, a nuestros verdugos no lo dudamos. Todo sea por amor a la justicia ¿no es así?

David, finalmente, aún era el rey. La presión que ya de por sí tenía por el levantamiento de su propio hijo no era como para encima «tolerar» a un negligente e insignificante espontáneo. Así que, pedir que le cortarán el cabello como a la altura de cuello, era lo más natural. Así lo pensó Abasai, el leal guardia de David, quien exclamó: «¿Por qué maldice este perro muerto a mi señor el rey? Te ruego que me dejes pasar, y le quitaré la cabeza.» [2 Samuel 16:9]

David, contra toda lógica respondió: «Déjenlo que me ofenda todo lo que quiera, pues Dios le ha ordenado hacerlo» [v. 11].

¿Queeeeeé? Pues sí. David era un hombre sensible a la voz de Dios, tanto, que era capaz de escucharla en los momentos más adversos, a través de las cosas más insignificantes.

REFLEXIÓN: ¿Qué te incomoda hoy por hoy?, ¿has pensado que quizá sea la voz de Dios hablándote?



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