Thursday, September 30, 2010

Despiértate, tú que duermes

Despiértate, tú que duermes
Por Edgar Medina D.

«Por lo cual dice: Despiértate, tú que duermes, y levántate de los muertos, y te alumbrará Cristo.»
Efesios 5:14

Suelo estar más alerta por las noches que en las mañanas. Pasan varias horas, después de levantarme, ¡para recordar cómo me llamo! Reconozco que me cuesta trabajo despertar. Pero en las noches es diferente, soy nocturno por naturaleza. Es bajo las alas de la noche que danzan en mente los pensamientos con más libertad.

Pues, muy a pesar de mi gran "capacidad" de trasnochar, me ocurrió que al trasladar una vitrina, una madrugada con la ayuda de algunos amigos, el vidrio de una repisa de deslizó, cayendo al suelo y rompiéndose en mil pedazos. El fuerte ruido que provocó, contrastó drásticamente con el silencio que hasta ese momento imperaba. Lo interesante del asunto fue que tras el siniestro mis sentidos se agudizaron a tal grado que pude decir más tarde: «¡Creía que estaba despierto, hasta que desperté!»

En mi vida espiritual ocurrió exactamente lo mismo, caminé un largo tramo, llevando las cargas del servicio y el ministerio, creyendo que estaba despierto hasta que colapsé. Creía ver todo con claridad, pero no esa así.

El apóstol Pablo se percató de que muchos creyentes no tenían el progreso que se esperaba en su andar cristiano, por una lamentable realidad: estaban dormidos [ver Efesios 5:14].

Hoy, creo que la situación no ha cambiado mucho; hay muchos hombres que creen estar despiertos, pero duermen en su relación con Dios, en su relación con su esposa, con sus hijos, duermen ante la visión y el alcance del que Dios los ha dotado.

Muchas mujeres lo están también; duermen ante los ataques del enemigo, creyendo, como lo señala Nancy L. DeMoss en su libro «Mentiras que las mujeres creen», que tienen derecho a satisfacer todos sus anhelos, que son incapaces de vencer con firmeza el pecado, que si se someten a su esposo serán infelices, que no pueden controlar sus emociones, entre muchas otras mentiras que las mantienen somnolientas.

Veo jóvenes dormidos ante las terribles problemáticas sociales de América Latina, aletargados, siendo más bien usados que usuarios de los avances tecnológicos.

¿En qué área de tu vida estás dormido?
El perder la alerta puede ser causa de muerte, esto es evidente si vamos conduciendo en una autopista, pero lo mismo ocurre si desatendemos a nuestros seres queridos, nuestras responsabilidades y aún a nuestro corazón.

Dormir es necesario, pero hacerlo en el tiempo que requiere de nuestra atención es sumamente costoso. La escritura dice que el hijo pródigo «volvió en sí», es decir, despertó. Antes de hacerlo no sólo perdió mucho dinero, tiempo y contaminó su alma; perdió también su dignidad e identidad; imagínate a un judío ¡cuidando cerdos y peleando con ellos por su comida!, no es de extrañarse que declarara a su padre poco después: «…ya no soy digno de ser llamado tu hijo», pues, perdió la brújula de quién era. Dormitar en el camino de la vida le costó privilegios y bendiciones.

Pablo, el apóstol, creía estar despierto pero dormitaba, su sueño le provocaba ceguera, la cual costo la vida de muchos inocentes, hasta que despertó. David, el rey de Israel, estaba dormido también, su sueño no le permitía dimensionar su pecado, hasta que la voz de Natán, el profeta, le sacó de su somnolencia.

¿CÓMO DESPERTAR?Soy un testimonio viviente de alguien que simple y llanamente despertó. Muchos de los que me conocen desde hace varios años pueden percatarse de que las cosas en mí y en mi familia son distintas y me han preguntado: ¿qué hiciste para despertar? Aún a mi esposa le interrogan con preguntas como: ¿Qué le hiciste para que reaccionara?

Hace casi dos décadas conocí a Cristo, mi vida cambió entonces por completo, sin embargo, el despertar que me ha ocurrido ha venido en los pasados meses, ya siendo un creyente transformado; pero, viviendo en un estándar de vida inferior a las expectativas de Dios para mí y para mi familia. ¿Cómo desperté? Pienso en que hubo tres cosas fundamentales:

PRIMERA» RECONOCER MI SITUACION vs EL PLAN DIVINO
El hijo pródigo, de la historia que contó Jesús, tomó malas decisiones, como ya veíamos. Al tocar fondo exclamó: «¡Cuántos jornaleros en casa de mi padre tienen abundancia de pan, y yo aquí perezco de hambre!» [Lucas 15:17 RVR] Él sintió hambre, suelen ser necesidades insatisfechas las que nos obligan a buscar nuevas soluciones. Pero, además, reconoció que había una enorme diferencia entre su situación y la que tenían los trabajadores de su padre; yo tengo hambre, ellos tienen abundancia.

Aquí quiero ser claro, yo no me levanté un día de la cama y dije: «¡Hoy voy a cambiar…!» al más puro estilo de Lupita D´Alessio; cuantas veces me examiné concluí que yo no estaba mal. Pero, lo que sí ocurrió es que brotó «inesperadamente» un volcán de problemas en i vida que me orillaron a buscar a Dios y pedirle que Él —y no yo—, examinara mi corazón.

Cuando comencé a verme a través de sus ojos quedé atónito y reconocí que estaba muy lejos del plan divino, que necesitaba una dosis urgente de su misericordia y los primeros auxilios de su gracia para sobrevivir al impacto, lo cual no sólo me afectó a mí, sino a toda mi familia. Entonces, desperté.

Resuenan aún en mi corazón las palabras del salmista: «Examíname, Señor; ¡ponme a prueba!, purifica mis entrañas y mi corazón» [Salmos 26:2 NVI].

Si crees estar dormido en alguna manera, y has tratado de despertar; pero, vuelves a dormitar en tus relaciones y responsabilidades, te animo a que con un corazón valiente ores a Dios y le digas: «Examíname y muéstrame tal cual soy», te aseguro que lo que veas te ayudará a depender de Dios, como nunca antes.

SEGUNDA» CONFESAR EL ESTADO REAL DE MI CORAZÓN
Cuando el hijo pródigo reconoce que su situación contrasta abismalmente con el plan divino decide regresar a la casa de su padre y confesar que ha pecado: «Padre, he pecado contra el cielo y contra ti, y ya no soy digno de ser llamado tu hijo.» [Lucas 15:21 RVR]

Quiero que notes algo importante, él ha descubierto que está mal, y está dispuesto a reconocerlo ante Dios, ante su papá y sin duda ante otros. Pero, esto no implica que el entendiera el porqué de sus actitudes, o todas las implicaciones que esto tenía, es más, ni siquiera sabía quién era él en realidad, pues no regresa pretendiendo ser llamado hijo, sino siervo, pretendiendo ser tan sólo un jornalero más. Muchas veces no confesamos nuestras fallas, pues, es tal la ceguera que nos embarga, que ni siquiera entendemos qué hicimos, qué nos pasó, ¿por qué sucedió? Pero, aún así, te anímo a que confieses, y será entonces cuando comiences a comprender.

Beneficios de la confesiónEl libro de los proverbios enseña que la falta de confesión trae como consecuencia escasez y falta de prosperidad [ver Proverbios 28:13]. Tras confesar nuestros pecados, a Dios y a quienes hemos fallado, entramos en un proceso de libertad y descanso que es capaz de abrir nuestro entendimiento [ver Hechos 3:19]. Cuando el hijo pródigo confesó la condición de su corazón, su padre restauró su identidad, revistiéndole como hijo. Restauró su autoridad, obsequiándole un anillo, muestra de compromiso y responsabilidad. Y restauró su dominio, cambiandole el calzado.
Por la confesión es vaciado nuestro corazón de los obstáculos que han impedido que la verdadera identidad, autoridad y dominio que de Dios tenemos sea incorporada en nuestro ser.

La confesión también trae consigo el regalo de la sanidad divina [ver santiago 5:16], del cuerpo y del alma y no sólo el perdón del pecado, sino la limpieza total del corazón [ver 1 Juan 1:9].

Despertadores celestiales
El dolor

Dios no escatima en sacrificar nuestra «comodidad» a fin de edificar nuestro carácter. Uno de los recursos de los que más echa mano el Creador es el dolor. Job fue un hombre que amaba y respetaba a Dios, sin embargo, tras pasar por el duro valle de dolor llegó a confesar: «De oídas te había oído; Mas ahora mis ojos te ven» [Job 42:5 RVR].

ConfrontaciónOtro recurso muy usado por el Señor es la exhortación y la confrontación. David, a pesar de su cercanía y sensibilidad a Dios, cayó en el pozo profundo de la inmoralidad. En ese estado, tremendamente somnoliento, recibió la visita de Natán, profeta de su tiempo. Él le contó una historia de un hombre que había actuado con una injusticia e impunidad tal que encendió la ira del rey David, entonces el profeta aclaró: «¡Tú eres ese hombre!» [2 Samuel 12:7 NVI]. Sólo entonces David pudo despertar a la realidad de su pecado.

El aposto Pablo recibió la encomienda de «despertar a otros», pues Dios le aclaró que «Ellos ahora caminan como si estuvieran ciegos, pero tú les abrirás los ojos» [Hechos 26:18 TLA], por ello le encontramos con frecuencia confrontando hábilmente a quienes se resistían a despertar a la luz del evangelio.

TERCERA» DAR PASOS DE FE
Supe de un hombre recientemente jubilado que se levanta dos horas más temprano de lo que lo solía hacer mientras trabajaba, alguien le preguntó la razón a lo que respondió:
— Para disfrutar más tiempo de mi día libre. Si estoy dormido: ¡ni cuenta me doy de que estoy jubilado!

Aquí hay una enorme enseñanza, el que está despierto es el que aprovecha mejor el tiempo. Tras haber medio vivido, hemos perdido mucho tiempo, dejando de servir a Dios y lastimando el corazón de los nuestros, al estar por debajo de lo que sus necesidades han requerido de nosotros.

Estas son tres cosas que Dios me ha llamado a hacer tras dejar en el pasado el sopor espiritual:

1. Como el ciego: Testificar del poder sanador de Jesús
Quien despierta, se convierte «sí» o «sí» en un testimonio vivo del poder de Dios. San Juan nos cuenta de un hombre que recibió el toque sanador de Jesús, librándole de su ceguera. Fue tan evidente el milagro que algunos de los detractores de Jesús lo cuestionaban severamente, tratando de encontrar en Jesús alguna falla; «…entonces él respondió y dijo: Si es pecador, no lo sé; una cosa sé, que habiendo yo sido ciego, ahora veo» [Juan 9:25 RVR].

2. Como Zaqueo: Restituir
Después de su encuentro con el maestro de galilea, Zaqueo, un judío abusivo, recolector de impuestos, al servicio del imperio romano, despertó de su condición y se dispuso a restituir, devolviendo por cuadruplicado todo lo que tomo fraudulentamente.

En lo personal, este testimonio, me ha desafiado a dedicar todos mis esfuerzos por restaurar el corazón de mi esposa e hijos, a fin de devolverles por cuatro cada segundo que mal usé y que les correspondía.

3. Como Pablo: Dar vista a los ciegos
Mi camino al despertar ha sido largo y muy costo, lastimé a muchas personas y lo lamento profundamente. Mi oración es que muchos puedan escuchar la voz de «Despiértate, tú que duermes», mucho antes de lo que yo lo hice. Conocer a Jesús me ha dado vida eterna, despertar de mi sueño me ha dado la capacidad de disfrutar esa vida.

REFLEXIÓN: La vida en Cristo es un sueño que Dios diseñó para vivirse despierto.
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