Por Edgar Medina D.
«Pero ahora os exhorto a tener buen ánimo, pues no habrá ninguna pérdida de vida entre vosotros, sino solamente de la nave.»
Hechos 27:22 RVR
Una tarde, mientras conducía a casa tuve un siniestro, tanto el conductor del vehículo que golpeó al mío como yo viajamos solos y ambos resultamos ilesos. Algo que causó extrañeza, tanto al oficial de tránsito, como al personal de la aseguradora que se presentaron en el lugar, fue que la camioneta que impactó a mi automóvil, una vieja FORD ´70, resultó severamente más dañada que mi auto compacto.
El barco que llevaba al apóstol Pablo a Roma encalló, dejándolo a él y a más de doscientas personas en el naufragio. De su historia podemos comprender tres cosas: La presencia de Dios siempre nos acompaña; Pablo mantuvo el ánimo tras recibir el mensaje divino de que nadie perecería. La protección de Dios nos guarda; pues nada quedó en el mar que no pudieran recuperarse después. Y el plan de Dios se cumple; a pesar de la tragedia, Dios cumplió su propósito de llevar a Pablo a Roma.
Mi auto está ya reparado, y aún encuentro restos de cristales rotos en lugares inexplicables, pero, me ayudan a recordar que la presencia de Dios estuvo conmigo, de no ser así pudo haber sido peor; que la protección de Dios me guardó y que el plan de Dios, a pesar de los errores humanos, se llevará a cabo.
REFLEXIÓN: Un accidente no puede arrebatarnos nada que Dios no pueda restituirnos.
Este artículo está basado en el mensaje: Las 4 anclas del alma.
Lee y escucha el mensaje completo aquí.
«Pero ahora os exhorto a tener buen ánimo, pues no habrá ninguna pérdida de vida entre vosotros, sino solamente de la nave.»
Hechos 27:22 RVR
Una tarde, mientras conducía a casa tuve un siniestro, tanto el conductor del vehículo que golpeó al mío como yo viajamos solos y ambos resultamos ilesos. Algo que causó extrañeza, tanto al oficial de tránsito, como al personal de la aseguradora que se presentaron en el lugar, fue que la camioneta que impactó a mi automóvil, una vieja FORD ´70, resultó severamente más dañada que mi auto compacto.
El barco que llevaba al apóstol Pablo a Roma encalló, dejándolo a él y a más de doscientas personas en el naufragio. De su historia podemos comprender tres cosas: La presencia de Dios siempre nos acompaña; Pablo mantuvo el ánimo tras recibir el mensaje divino de que nadie perecería. La protección de Dios nos guarda; pues nada quedó en el mar que no pudieran recuperarse después. Y el plan de Dios se cumple; a pesar de la tragedia, Dios cumplió su propósito de llevar a Pablo a Roma.
Mi auto está ya reparado, y aún encuentro restos de cristales rotos en lugares inexplicables, pero, me ayudan a recordar que la presencia de Dios estuvo conmigo, de no ser así pudo haber sido peor; que la protección de Dios me guardó y que el plan de Dios, a pesar de los errores humanos, se llevará a cabo.
REFLEXIÓN: Un accidente no puede arrebatarnos nada que Dios no pueda restituirnos.
Este artículo está basado en el mensaje: Las 4 anclas del alma.
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