Thursday, January 27, 2011

Del corazón de Dios al corazón de una mujer 2

¿A qué hora vas por el agua?
Por Edgar Medina y Yessica Moreno

Jesús le dijo:
—Yo soy el Mesías. Yo soy, el que habla contigo. [Juan 4:26 TLA]

Uno de los halagos más populares es el llamado piropo. En el México de hace unas décadas, para muchas jovencitas, la hora de ir a comprar el pan para la cena familiar era la oportunidad de conversar con algún pretendiente, de ahí que se acuñó la frase: ¿A qué hora vas por el pan?, como un piropo que denota: quiero platicar contigo y conocerte.

La historia que nos presenta San Juan en su evangelio es la de una mujer que ha salido en busca, no de pan, sino de agua. Pero contrario a la costumbre del lugar en el que vive lo hace al medio día bajo el intenso sol que calienta como un horno el desierto de Samaria. Ella no tiene intenciones de encontrarse con nadie, no desea una sola interrupción, ni una conversación y mucho menos un halago.

El plan que tenía de ir al pozo y regresar a casa a la brevedad se ve seriamente trastornado al encontrarse en el camino con un hombre que le pide de beber. Pudiéramos decir que esta mujer conocía a los hombres, y cómo no si ya llevaba cinco matrimonios e iba por más. No es de extrañarse entonces que buscara salir de casa a la hora en que pocas de sus vecinas lo hacían.

Sin embargo el hombre con el que se encuentra dista mucho de ser como cualquier otro que hubiese conocido, él le pide agua, pero, a cambio le ofrece algo que nadie sería capaz de darle un «manantial del que brota vida eterna» [Juan 4:14 TLA]. Entonces el extraño se presenta: —Yo soy el Mesías. Yo soy, el que habla contigo. [Juan 4:26 TLA]

Muchos nos han presentando a Jesús, pero nadie mejor que Él mismo para presentarse; Él es el Mesías el Gran Yo Soy, capaz de llenar nuestra alma de todo cuanto necesita.

Sea lo que sea que estás saliendo a buscar entre las candentes arenas del desierto, sea cual sea la sed que no termina por saciarse en tu alma, Jesús está aquí, frente a ti, con su oferta firme de llenarte de vida, hasta que exclames como lo hicieron sus discípulos: «Señor, ¿a quién iremos? Tú tienes palabras de vida eterna» [Juan 6:68 RVR]

Del corazón de Dios
Naciste para alimentarte de mi fruto y alimentarte en mi presencia. Naciste para correr en verdes praderas y refugiarte en mis brazos cada día. Naciste para deleitarte en mí.

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