Tuesday, February 22, 2011

Del corazón de Dios al corazón de una mujer 9

Yo soy Jesús
Por Edgar Medina y Yessica Moreno

Cuando Jesús les dijo: «Yo soy», dieron un paso atrás y se desplomaron
[Juan 18:6 NVI]

En los post anteriores, hemos hecho un breve recorrido por algunas de las declaraciones que Jesús hizo sobre sí mismo. Desde su encuentro en el pozo con la mujer samaritana Él se ha presentado como el gran Yo Soy. Esto puede parecer, en nuestra cultura, irrelevante; pero en el contexto del lugar y tiempo en el que Jesús lo dijo sus palabras toman un sentido muy profundo. Pues Yo soy es el nombre que Dios, el Eterno Creador del universo, le reveló a Moisés, el libertador de Israel siglos atrás [ver Éxodo 3:14].

Trae a tu mente esta escena: El momento en que Jesús fue arrestado por los soldados romanos que le conducirían a la muerte «Jesús, que sabía todo lo que le iba a suceder, les salió al encuentro.
—¿A quién buscan? —les preguntó.
—A Jesús de Nazaret —contestaron.
—Yo soy.
Cuando Jesús les dijo: «Yo soy», dieron un paso atrás y se desplomaron» [Juan 18:4-6 NVI].

Nota que no se trató de una simple afirmación, sino de una poderosa declaración que hizo y sigue haciendo que nada se pueda sostener ante quién es Jesús. Si Él es el Pan de Vida ¿cómo pudiera sostenerse en pie el hambre que arremete contra la dignidad del alma? Si Jesús es la luz del mundo ¿cómo se sostendrá el temor y el desconcierto que las tinieblas producen? Si Jesús es la puerta ¿cómo podrá mantenerse en pie lo que pretenda limitar nuestra libertad suprema? Si Jesús es el buen pastor ¿cómo no andaremos en praderas de paz? Si Jesús es la resurrección y la vida ¿qué impide que cumplamos nuestro propósito? Si Jesús es el camino, la verdad y la vida ¿cómo pudiera quedar inconclusa la construcción de nuestro carácter? Si Jesús es la vid ¿cómo no estar saciadas? Sin embargo, todo cuanto Jesús es, se cree y se recibe por fe.

Algo en nuestro interior, parece no estar convencido de querer elegir la vida. Siempre hemos sabido que las reglas nos protegen, aún así las violamos. Ni que decir de las muchas veces que estimamos en poco los gritos que nuestra propia conciencia exclama por advertirnos del peligro y desazón detrás de nuestras elecciones y qué hemos hecho. Por lo cual creer en Jesús no es un acto de mera sensatez, sino de fe.

La oferta de Jesús es para todos, pero sólo se traduce en realidad en aquellos corazones que le coronan a Él como rey. De otra manera, estamos simplemente condenadas a vivir en nuestras fallas. Jesús dijo: «Por eso les he dicho que morirán en sus pecados, pues si no creen que yo soy el que afirmo ser, en sus pecados morirán.» [Juan 8:24 NVI]

¿Cómo recibir lo que Jesús ofrece? Hazlo tu rey. Hazlo tu pan y aliméntate de su palabra siempre. Hazlo tu luz y recibe su guía, Hazlo tu puerta, tu entrada y tu salida. Hazlo tu buen pastor y escucha su voz cada día. Hazlo tu resurrección y déjalo hacer lo imposible en y a través de ti. Hazlo tu camino, verdad y vida y camina con él. Hazlo tu vid y llénate de su fruto.

Puedes orar ahora mismo diciendo:
Señor Jesús, sé que eres el hijo de Dios, que resucitaste de la muerte y que no hay nada que resulte imposible para ti. Te entrego mi vida y todo lo que soy. Ven y ocupa el trono de mi corazón. Amén

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