Tuesday, February 22, 2011

Del corazón de Dios al corazón de una mujer 8

Martes de frutas y verduras
Por Edgar Medina y Yessica Moreno

«Yo soy la vid y ustedes son las ramas. El que permanece en mí, como yo en él, dará mucho fruto; separados de mí no pueden ustedes hacer nada.»
[Juan 15:5 NVI]

¿Dónde se siente el corazón de una mujer realizado? Tras milenios de estar confinadas a sus hogares, sirviendo a sus familias, para muchas, se han abierto las puertas —por necesidad o por libertad—, que las han conducido al mundo de la empresa. Han cambiado las agujas y el estambre por el teclado y el mouse de la computadora. Pero, al final del día, ¿cómo está su corazón?: Cansando, muy cansado, y poco satisfecho. Eva fue creada en el huerto, salir de él no ha sido tan satisfactorio como para Adán. No fue diseñada para sentirse realizada fuera del huerto, ni tampoco dentro de él, sino en su Creador.

Jesús declaró: «Yo soy la vid y ustedes son las ramas. El que permanece en mí, como yo en él, dará mucho fruto; separados de mí no pueden ustedes hacer nada» [Juan 15:5 NVI]. La verdadera fuente de realización, para Adán y para Eva, es Jesús, nadie más. Pues el fruto que Jesús da nadie lo puede dar. San Pablo describió ese fruto como un racimo de «…amor, alegría, paz, paciencia, amabilidad, bondad, fidelidad, humildad y dominio propio» [Gálatas 5:22-23 NVI]. Piénsalo, si tienes todo esto por fruto, fluyendo de manera natural desde tu interior qué te puede faltar.

Los logros obtenidos y el agradecimiento en las personas en las que se ha invertido el corazón es un alimento que caduca con el tiempo. El fruto de Dios en ti, en cambio, es eterno.

El día en que nuestras vidas sean evaluadas a los ojos de la eternidad no lo serán en base a las agendas cumplidas, sino al fruto del Espíritu, que es, el carácter de Cristo cosechado en nuestros corazones. En Jesús tenemos una fuente inagotable de verdadera realización. Pues ha dicho: «Mi Padre es glorificado cuando ustedes dan mucho fruto» [Juan 15:8 NVI].

Del corazón de Dios
Naciste para ser plena. En mí lo tienes todo. Eres una canasta que quiero desbordar de fruto. Eres, cada día, más parecida a lo que veo en ti.

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