Por Edgar Medina D.
La integridad de los rectos los encaminará; pero destruirá a los pecadores la perversidad de ellos. [Proverbios 11:3 RVR]
Cierto día Confuso no sabía qué decidir y salió en busca de ayuda. Encontró a Práctico y él le dijo:
— No te preocupes, sólo decide por lo que funcione mejor.
No muy convencido Confuso siguió su camino y su consulta a cuanta persona se le puso enfrente.
— Haz lo que siempre has soñado —le aconsejó Idealista.
— ¡Nunca!, escúchame, ¡nunca! —le dijo Negativo— ¡lo vas a lograr!
— Mira, lo mejor —sugirió Pasivo— es que esperes, a ver qué pasa.
— Tú decide, y me dices —expresó con mucha alegría Entusiasta—, ¡yo te apoyo!
— Aspira a grandes cosas —le aconsejó Positivo— si lo intentas con pasión, lo lograrás.
— Tú lo que tienes que hacer —dijo enérgicamente Autoritario— es lo que yo te diga.
— No te preocupes —le susurró con calma Negligente—, no hagas nada... no pasa nada.
— Haz lo que te venga en gana —le animó Rebelde.
Confuso quedó más confundido que en un inició. Sin saber aún qué hacer siguió su camino hasta dar con un hogar en el que dos pequeños jugaban en el jardín, todo parecía en orden en ese lugar, una mujer — su mamá seguramente— les miraba con amor mientras una enorme sonrisa iluminaba su cara. Abrazándole estaba un hombre con apariencia de tener una vida resuelta. Los pequeños reían, corrían y abrazaban a sus padres con tal libertad que Confuso pudo encontrar lo que estaba buscando... había llegado a la casa de Íntegro.
» La integridad nunca duda en elegir lo correcto.
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