Por Edgar Medina D.
No te acorrales al hacer una promesa apresurada a Dios y
calcular el costo después. [Proverbios 20:25 NTV]
Tenemos millones de
diferencias, pero algo de lo que tenemos en común los seres humanos es el ‘temor’,
siempre hay algo a lo que le tememos.
El día que Moisés
recibió en el Monte Sinaí las tablas con los Diez Mandamientos, el pueblo de
Israel se enfrentó al más grande temor que puede sentir el ser humano; el de enfrentarse
al Creador. Ese día —nos narra el libro bíblico de Deuteronomio—, el pueblo
escuchó la voz de Dios como si fuesen grandes truenos y… ¡se han dado una
espantada terrible! Al grado que poco más tarde le pidieron a Moisés, su líder,
que si se trataba de escuchar la voz de Dios era mejor que él lo hiciera y que
después él mismo les diera el mensaje; ¿para qué correr el riesgo de morir? —le
dijeron [ver
Deuteronomio 5].
Los hombres y las
mujeres del día de hoy no somos tan diferentes, a veces pienso que la religión
es el esfuerzo del hombre por mantener a Dios ‘atrapado’. San Pablo, uno de los
más grandes teólogos de la historia, lo expresó así: «No hay nadie realmente
bueno, no hay quien busque a Dios» [ver Romanos 3].
Hoy día, algunos de
los movimientos religiosos más crecientes, hacen ver a Dios como una especie de
‘Genio de la
Lámpara Maravillosa ’, avocado a complacer los deseos más
insólitos del alma, e incluso de la avaricia humana. Se reúnen multitudes en
busca de su propio beneficio.
El verdadero
problema de nuestro mundo está mucho más en el fondo de lo que los graves
problemas sociales y económicos dejan ver; el ser humano rechaza a Dios. Se
escucha con frecuencia que el cristianismo no es una religión, y es la más
sincera verdad. Pues, el cristianismo no son el conjunto de enseñanzas que
Jesús vivió y predicó, eso lo haría una filosofía o una opción religiosa más;
el cristianismo es una relación real y personal con Dios a través de
Jesucristo.
Si la religión es
un esfuerzo humano, el cristianismo es el de Dios por alcanzarnos, por tender
un puente que trae lo celestial a nuestra tierra.
El proverbio del
día dice: «No
te acorrales al hacer una promesa apresurada a Dios y calcular el costo después»,
nos enseña la tragedia que representa el actuar movidos por razones incorrectas
—aun con Dios— y el costo de las consecuencias por fallar a la responsabilidad
adquirida.
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