Sea de mente amable, ¡por favor!
Por Edgar Medina D.
«¡Cuán amables son tus moradas, oh Jehová de los ejércitos!»
Salmos 84:1
¿Evitas a las personas amables? La mayoría de nosotros solemos sentirnos mejor cuando tratamos a personas amables. Preferimos un trato sincero y cálido cuando estamos con alguien más; de la misma manera que evitamos a quienes nos tratan con hostilidad e indiferencia. Sin embargo, por negocios, mi esposa y yo, recientemente nos hemos relacionado con una persona que definirla como amable, es quedarse muy corto en la descripción de su trato. Pues es muy, muy, ¡pero muy amable!, no estoy exagerando. Y —la verdad sea dicha—, tanta miel empalaga. No dudo en que sea mi esposa la que tome sus llamadas o le llame cuando hay necesidad de hacerlo.
La Biblia describe la casa de Dios como el sitio más amble del universo, pero no se trata de esa clase de amabilidad que agobia. Más bien, las Escrituras intentan generar en nuestra mente la imagen de un lugar sumamente agradable, lleno de bellaza y confortable.
El rey David tenía muy claro que tal belleza no tenía par, cuando expresó: «Dios mío, sólo una cosa te pido, sólo una cosa deseo: déjame vivir en tu templo todos los días de mi vida, para contemplar tu hermosura y buscarte en oración» [Salmos 27:4 TLA].
La quinta columna de la mentalidad REAL es la de todo lo amable. Se trata de la capacidad extraordinaria que el Padre Celestial le ha dado al hombre de reconocer la belleza de Dios y Su creación en todo momento.
Muchas veces logramos cruzar por los trechos turbulentos de la vida por abrazar la esperanza de que detrás de ellos hay un propósito divino; por aguardar un futuro mejor. Pero, descubrir la belleza escondida en ellos durante la difícil hora de la prueba va más allá de lo racional, se requiere ver con los ojos del alma, desde una perspectiva diferente, más elevada.
Uno de los más hermoso detalles que puede lucir una prenda es un bordado. Los diseñadores y artesanos que los elaboran pueden generar con ellos cualquier cantidad de formas y colores. Pero, no podemos decir lo mismo de ese pedazo de tela, embellecido por un bordado virtuoso, si le vemos por detrás, pues, desde esa perspectiva carece de belleza y sentido.
Lo mismo ocurre en la vida, el bordado que tejen los millones de sucesos que vivimos sólo se puede apreciar en su esplendor desde lo alto, esa es la perspectiva correcta. Ni siquiera es la mejor, sino, la única para encontrarla al fin sentido.
Pensar en todo lo amable, en todo lo bello, no es cosa fácil, aún menos si estamos viendo la parte trasera del bordado; pero, cuando aprendemos a buscar, como David, la presencia de Dios cada día, encontraremos, al igual que él lo hizo, la hermosura de nuestro Creador impregnándolo todo.
Salomón, hijo del rey David, quien fuera el hombre más sabio y rico de su tiempo sabía reconocer una joya cuando la veía. Aprendió a encontrar la belleza escondida detrás del velo que forman las penas, los infortunios y la escoria. Por ello declaró: «Gloria de Dios es encubrir un asunto; pero honra del rey es escudriñarlo. Quita las escorias de la plata, y saldrá alhaja al fundidor» [Proverbio 24:2,4 RVR].
REFLEXIÓN: La verdadera belleza suele esconderse como un tesoro.
MENSAJE: 7 de 9
SERIE: Las 7 columnas de la mentalidad REAL
SIGUIENTE: El cofre del tesoro
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