El fuego prueba la pureza del oro y de la plata, pero
el Señor prueba el corazón. [Proverbios 17:3 NTV]
Hace años fueron editados unos libros llamados «Si en realidad
quisiera…», la serie incluía temas como: bajar de peso, ser feliz, acercarme a
Dios y otros. Los publicadores acertaron en resaltar que muchos de nuestros
«buenos propósitos» no están respaldados por un verdadero anhelo.
— ¡Quiero dar la vuelta al mundo igual que el año pasado! —dijo un hombre.
— ¿Diste la vuelta al mundo el año pasado? —responde con asombro su compañero.
— No, —aclara el primero—, pero ¡también quise!
Queremos muchas cosas, pero, se requiere más que sólo querer; hay que anhelarlas, antes de que podamos verlas una realidad. La disciplina es la prueba de fuego que tienen que pasar nuestros deseos y objetivos. Es una pena que muchas de las cosas que prometemos no resisten ni siquiera los primeros rayos de sol del día siguiente.
— ¡Quiero dar la vuelta al mundo igual que el año pasado! —dijo un hombre.
— ¿Diste la vuelta al mundo el año pasado? —responde con asombro su compañero.
— No, —aclara el primero—, pero ¡también quise!
Queremos muchas cosas, pero, se requiere más que sólo querer; hay que anhelarlas, antes de que podamos verlas una realidad. La disciplina es la prueba de fuego que tienen que pasar nuestros deseos y objetivos. Es una pena que muchas de las cosas que prometemos no resisten ni siquiera los primeros rayos de sol del día siguiente.
Qué molesto es que alguien nos recuerde nuestros compromisos —tanto para
ellos como para nosotros—, pero más allá de lo ‘molesto’ debería ser
profundamente vergonzoso. Vivimos en una cultura que critica la corrupción e
indisciplina de los demás, pero que es muy complaciente en la propia. ¿Qué es
lo que se espera de nosotros? Pues… que cumplamos lo que hemos acordado.
Me he visto varias ocasiones —no pocas— en situaciones en las que me
cuesta cumplir con lo acordado, pero si soy honesto debo reconocer que en la
mayoría de ellas yo me metí en el lío sólo. Si hay algo que verdaderamente
quiero entonces debo de estar dispuesto a pagar el precio que demande de
disciplina y constancia. Ha aprendido —a golpe y porrazo— a pensar en las
implicaciones que conlleva adquirir cierta responsabilidad antes de
comprometerme.
Si en verdad quieres lograr algo, entonces estarás dispuesto a conocer y
someterte a las reglas, a ordenarte y seguir un método o estrategia. A pedir la
ayuda que resulte necesaria y a trabajar incansablemente hasta lograrlo. Si
quieres algo grande en la vida no podrás eludir la disciplina por mucho tiempo.
Recuerdo a esa señora que con cara de espanto me preguntó cómo había
logrado bajar tanto de peso, pues a ella le urgía hacerlo también. Le comencé a
explicar un extraño rito que hacía cada que el reloj daba ‘tales’ horas, en
donde yo tocaba dos piezas de algodón, otras dos de piel y esperaba una leve
brisa del oriente. Mientras eso decía su cara pasó del susto a la curiosidad y
finalmente a el desencanto total cuando le hice saber que las piezas de algodón
eran un par de calcetines, las de piel unos zapatos tenis y que tempranito me
salía de la cama a ejercitarme en el parque. Con visible desencanto expresó:
«¡No, pues, así cualquiera baja!», de tal modo que ¡sí se sabía la receta!,
entonces, ¿por qué no había bajado de peso si es que tanto le urgía? Falta de
disciplina era la razón.
Por supuesto que entiendo que hay muchas complicaciones que pueden
generar un problema de salud como lo es la obesidad; sin embargo, aún en los
cuadros más severos de enfermedad la disciplina juega un papel relevante en la
lucha por la salud.
» La disciplina es la prueba de fuego de tus verdaderos anhelos.
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