Paga el precio de la honra
La arrogancia va
delante de la destrucción; la humildad precede al honor. [Proverbios 18:12 NTV]
Cuando era niño mi
gran héroe deportivo era Hugo Sánchez, seguí con detenimiento su carrera desde
que llegó al futbol de España, en el que se consagró como una de las grandes
figuras del Real Madrid. Esperaba con ansia cada juego que transmitía la
televisión en México y celebraba como míos sus triunfos.
Cuando una figura destaca en esa magnitud millones se motivan a imitar sus pasos, con mucho entusiasmo se inscriben en las academias correspondientes e inician el camino en la disciplina que ha sacado a la luz lo mejor de sus héroes. En sus mentes están impresos aquellos momentos gloriosos de triunfo que tanto los emocionaron, pero, difícilmente están concientes de las largas horas de entrenamiento, la rigurosa dieta con que se alimentan todos los días de la semana, la ausencia forzosa en los festejos familiares a causa de sus estrictos horarios, el extenuante esfuerzo físico de los entrenamientos, el coraje para derrotar las lesiones, la determinación para seguir adelante aun cuando los resultados sean adversos, la aflicción que causa la dura crítica de los expertos y muchas otras cosas más que enfrentan los deportistas de alto rendimiento.
Ese ‘otro lado de la moneda’, que no es aplaudido ni reconocido públicamente es la cuota de honor que debe pagar el deportista. El resto de los mortales no corremos con una suerte distinta, pues cada aspecto trascendente de la vida requiere del pago de su cuota de honor. Los grandes matrimonios, las grandes empresas, las grandes amistades, los grandes equipos, las grandes academias, las grandes ciudades y las grandes naciones son de aquellos que han pagado la cuota de honor sacrificando su tiempo, esfuerzo y recursos, a fin de construir algo más grande que ellos mismos.
El proverbio del día lo expresa así: «…la humildad precede al honor». Creo que hay una gran fantasía en la mentalidad de las multitudes que confunde la fama con la honra. La fama bien pudiera ser producto de la casualidad, hemos sido testigos como algunas notas periodísticas o videos enla Internet catapultan desde
el anonimato hasta la popularidad en toda una nación y aun en el mundo entero a
algunos, en cambio la honra es fruto del tiempo, esfuerzo y dedicación
invertido en beneficio de otros. La fama pone temporalmente a los individuos en
la marquesina de la vida, mientras que la honra pone la luz sobre el resultado
de una vida sabiamente invertida. La fama suele ser pasajera, sin embargo la
honra es trascendente en tiempo y en espacio. Siempre habrá quienes sean
capaces de cualquier cosa con tal de experimentar las fugaces luces de la fama,
pero también estarán aquellos dispuestos a pagar la cuota de honra impactando
positivamente la vida de otros. ¿Quién puede decir si los mejores libros están
aún por escribirse, la mejores canciones por cantarse, las más grandes hazañas
por realizarse, los mejores inventos por desarrollarse?... en espera de
aquellos que estén dispuestos a pagar la cuota de tiempo, amor y disciplina que
demandan.
» La honra es una virtud que todos queremos, pero pocos estamos dispuestos a pagar.
Cuando una figura destaca en esa magnitud millones se motivan a imitar sus pasos, con mucho entusiasmo se inscriben en las academias correspondientes e inician el camino en la disciplina que ha sacado a la luz lo mejor de sus héroes. En sus mentes están impresos aquellos momentos gloriosos de triunfo que tanto los emocionaron, pero, difícilmente están concientes de las largas horas de entrenamiento, la rigurosa dieta con que se alimentan todos los días de la semana, la ausencia forzosa en los festejos familiares a causa de sus estrictos horarios, el extenuante esfuerzo físico de los entrenamientos, el coraje para derrotar las lesiones, la determinación para seguir adelante aun cuando los resultados sean adversos, la aflicción que causa la dura crítica de los expertos y muchas otras cosas más que enfrentan los deportistas de alto rendimiento.
Ese ‘otro lado de la moneda’, que no es aplaudido ni reconocido públicamente es la cuota de honor que debe pagar el deportista. El resto de los mortales no corremos con una suerte distinta, pues cada aspecto trascendente de la vida requiere del pago de su cuota de honor. Los grandes matrimonios, las grandes empresas, las grandes amistades, los grandes equipos, las grandes academias, las grandes ciudades y las grandes naciones son de aquellos que han pagado la cuota de honor sacrificando su tiempo, esfuerzo y recursos, a fin de construir algo más grande que ellos mismos.
El proverbio del día lo expresa así: «…la humildad precede al honor». Creo que hay una gran fantasía en la mentalidad de las multitudes que confunde la fama con la honra. La fama bien pudiera ser producto de la casualidad, hemos sido testigos como algunas notas periodísticas o videos en
» La honra es una virtud que todos queremos, pero pocos estamos dispuestos a pagar.
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