Dirige a
tus hijos por el camino correcto, y cuando sean mayores, no lo abandonarán.
[Proverbios 22:4 NTV]
Sólo los
milagros pueden superar los resultados que ofrece la disciplina, y aunque no
descartamos que los milagros ocurran, sí podemos estar seguros de que Dios está
más interesado en forjar nuestro carácter que en procurar nuestra comodidad,
por ello la gran mayoría de las cosas trascendentes de la vida serán resultado
de atender disciplinadamente las pequeñas y las grandes cosas que exigen.
El mundo
tuvo en Houdini al más grande escapista de la historia, pero más de uno lo
haría ver como un novato si se trata de escapar de la disciplina y la
responsabilidad. No conozco a algún empresario, profesor o padre de familia que
acepte gustoso la indisciplina de la gente a su cargo, pero a veces se falla en
transmitir la enseñanza de la disciplina por el terrible obstáculo del mal
ejemplo.
Tengo el
privilegio de llevar a mis hijos todos los días al colegio, los vehículos
familiares hacen una larga fila para acercar a los pequeños a la entrada de la
escuela en donde son recibidos por el personal del colegio. Aunque todos los
alumnos entran a la misma hora no falta el papá que se ‘pasa de listo’ y se
mete en la fila de vehículos, la dirección detectó el problema y lo expuso en
un par de juntas y envío un comunicado por escrito a todos los padres de
familia para que ninguno se metiera a la fila de forma indebida. Pues, no lo
hicieron, muchos papás continuaron con su práctica sin ningún tipo de reparo.
Entonces la escuela tomó una medida más drástica, ubicó a una persona para
dirigir el tráfico a un par de cuadras de la entrada del colegio,
específicamente para indicar que nadie se metiera en la fila. Pero, los papás
‘indisciplinados’ se siguieron metiendo. Educar a un niño no es cosa fácil;
pero, educar a los papás de los niños... ¡es desesperante!
El
proverbio del día dice: «Dirige a tus hijos por el camino correcto, y cuando
sean mayores, no lo abandonarán», me habla muy fuerte la palabra dirige. Es
común que enseñemos a otros indicándoles qué es lo correcto, pero si me siguen
viendo infringiendo la ley, mintiendo, fallando en cumplir mis promesas o
metiéndome en la fila indebidamente será una tarea infructuosa o incluso
contraproducente.
Aceptar el
desafío de enseñar a otros el valor de la disciplina nos debe enfocar en dar
muestra con el testimonio de una vida disciplinada. El líder, el jefe, la
maestra o la mamá que dirige debe ponerse a la cabeza y decir —sin palabras—
‘vean como se hace, esto es lo correcto’.
» Vivir
disciplinadamente debe ser la primera conquista personal de un vencedor.
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