No te
desgastes tratando de hacerte rico. Sé lo suficientemente sabio para saber
cuándo detenerte. [Proverbios 23:4 NTV] | NBLH
Crecer en
disciplina personal es una verdadera locura si se pretende sin una dirección
clara de qué es lo que queremos. Quienes ahorran sin un propósito son solamente
unos avaros; quienes acumulan sin un propósito son unos compulsivos; quienes se
levantan de la cama antes de que amanezca sin un propósito ¡deberían, al menos,
prepararnos el desayuno! Todo en la naturaleza tiene un propósito, cada parte
de nuestro organismo lo tiene, por pequeña que sea. Muchos no sienten ningún
tipo de entusiasmo por crecer en carácter, actitud o disciplina por el mero
hecho de que no tienes un propósito definido para sus vidas.
Un destino
en mente nos emociona y perfila el rumbo de nuestras acciones, si se trata de
un viaje decidimos cuánto dinero llevar, qué cantidad de equipaje y qué clase
de ropa es la adecuada, dependiendo del destino al que vayamos y el tiempo que
nos tomará estar fuera de casa. Quienes inician el día para hacer lo mismo de
siempre, sin mayor rumbo que el que da la inercia de la vida, se limitan a
trabajar para construir los sueños de los demás. Un día descubren que su
billetera porta una credencial de la senectud y no por haberla encontrado en la
calle, tiene su foto en ella. Mucha vida pasó y no sienten haberla vivido
realmente.
En el
extremo opuesto encontramos a quienes trabajan incansablemente por alcanzar
objetivos claros, pero que no fueron decididos en oración ni son fruto de su
relación personal con Dios. Estos se toparán con el terrible hecho de haber
trabajado toda una vida levantando una escalera para descubrir —al llegar a la
parte más alta— que la recostaron en una pared equivocada.
La
disciplina, el carácter y la actitud de un vencedor son rasgos que deben de ir
alineados al propósito que Dios ha revelado para nuestra vida, de otro modo
terminaremos inevitablemente decepcionados.
He tenido
el privilegio de conocer a muchas personas cuyo cabello pinta más canas que el
mío y algo que me gusta preguntarles es: ¿Qué haría diferente si volviera el
tiempo atrás?, varios han coincidido en esta respuesta: ‘Le hubiera dedicado
menos tiempo al trabajo y más a mi familia’. Una tarde conversé con una señora
en sus años dorados, me contó que su esposo estaba recientemente jubilado y sus
tres hijos casados. Un buen día, ella estaba con ese hombre con el que solía
tratar sólo asuntos urgentes de la familia sin saber de qué platicar; pero
decidió correr el riesgo y comenzó a ‘conocerlo’ con sus renovadas
conversaciones y me dijo: ‘Hoy platicamos y paseamos como nunca y ¿sabe qué?...
¡no lo conocía, pero mi viejo es buena onda!’ La señora no sólo pintó una
sonrisa en mi rostro es tarde, sembró una inquietud en mi corazón: ¿Cómo estaba
invirtiendo mi tiempo? ¿Cuánto tendría que esperar yo para valorar la vida como
ella lo hacía ahora?
Los últimos
tres años he replanteado mi vida por completo, hoy sé qué es lo que quiero en
el área económica, laboral, académica, espiritual y familiar para mí, para mi
esposa y mis hijos, y trato de que cada momento que vivo abone a nuestro
propósito, y no sólo eso, ayudo a que otros lo hagan con el taller de metas
eficaces que mi esposa y yo impartimos.
El
proverbio del día enseña: «No te desgastes tratando de hacerte rico, sé lo
suficientemente sabio para saber cuándo detenerte», hay que notar que el
esfuerzo y sacrificio que se requiere para construir una vida de éxito no es
suficiente, se requiere sabiduría. Esa es la parte que nos conecta con nuestro
Creador y lo hace más que un socio activo en nuestra vida, lo convierte en el
protagonista. Esa sabiduría no sólo nos indicara cómo y con quién hacer las
cosas, sino hasta cuándo.
» La vida
corre sin parar, debes saber cuándo detenerte para vivirla.
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