Wednesday, September 25, 2013

Día 47 | Temas sociales | El divorcio

El divorcio
Por Edgar Medina

«El hombre que halla esposa encuentra un tesoro, y recibe el favor del Señor» [Proverbios 18:22 NTV].

Conocí a la mujer perfecta para mí y me enamoré perdidamente de ella. No podía dejar pasar un sólo día sin verla, no eran suficientes las horas que pasamos juntos quería más, estaba decidido a estar con ella por el resto de la vida. Con mucho entusiasmo preparamos nuestra boda con más de año medio de anticipación. Los primeros años de matrimonio parecían inmejorables; nos conocimos a profundidad, nos disfrutábamos, viajamos y compartíamos los mismos anhelos. ¿Crees que en un hogar así se pudiera escuchar la frase ‘Me quiero divorciar’? Pues, se escuchó… nuestro matrimonió vivió una fuerte crisis hace varios años.

Los problemas que pueden vivirse como pareja no tienen límites, las cosas pueden cambiar de un momento a otro; sin embargo, algo que puede anteceder a un divorcio es caer en uno de dos extremos. Uno es comenzar la vida matrimonial con un compromiso débil, zarpando en el barco del matrimonio hacia la isla del amor aferrados al bote salvavidas, queriendo satisfacer egoístamente nuestras necesidades ignorando las del que hemos prometido amar hasta la muerte.

El otro extremo es el de creer que eso ‘no nos va a pasar a nosotros’, al pensar que se han tomado todas las decisiones correctas y que llegaremos al puerto de destino con el viento a nuestro favor. Cuando eso sucede se descuida el timón del barco y se ignoran las señales que muestran que la ruta está equivocada… eso nos pasó.

El matrimonio requiere de un nivel de compromiso cada vez mayor, no al revés. Se prepara con tanto esfuerzo, dedicación y entusiasmo la boda, pero se deja de lado el matrimonio.

Cuando un matrimonio sobrevive los años de formación de los hijos y se llega al tiempo del llamado ‘nido vacío’ se replantea por completo la relación. No es extraño que se sepan, ambos cónyuges, como dos perfectos desconocidos, en nada parecidos a los jovencitos que tres o cuatro décadas atrás se comprometieron hasta que la muerte los separara. Para algunos es el tiempo en que la ruptura física e inclusive legal se consume. Mientras que otros deciden darse la oportunidad de reconocerse y poner de su parte para mejorar en lo que les reste de vida. Es impactante lo que algunos cambios evidentes en nosotros mismos pueden modificar la conducta del otro, transformando así significativamente la relación.

Esa fue mi reflexión personal muchos años antes de llegar a esas alturas, decidí no esperar ni un día más, mucho menos dos o tres décadas. Comprendí que el nivel de mi compromiso no nos llevaría al puerto al que queríamos llegar. No puse excusas, no dije “Señor, pues mira la mujer que me diste»; asumí mi parte de responsabilidad como si fuera el 100% y pedí perdón. Saqué a la luz cosas que en un principio parecían empeorarlo todo, pero sabía que era necesario pagar el precio a fin de corregir el rumbo y así fue. Hoy, a varios años de distancia, estamos viviendo mi esposa y yo nuestros mejores años juntos. Y tengo la certeza de que lo mejor está aún por venir.

Un día encontré a una mujer maravillosa, y Dios me ha respaldado en todas las decisiones que he tomado para bendecirla. Ni loco vuelvo a soltar el timón de nuestro barco.

» El matrimonio puede tener miles de problemas, pero una sólo solución; el amor de Dios en ambos.

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