Monday, May 20, 2013

Día 32 | Cuestiones de integridad | No consientas la corrupción

No consientas la corrupción

Hijo mío, si los pecadores te quisieren engañar, no consientas. [Proverbios 1:10 RVR]


La palabra ‘integridad’ tiene su origen en un vocablo latino que significa: «Completar un todo con las partes que faltaban». En el estricto sentido de la palabra, nadie en el mundo es ‘íntegro’, pues todos tenemos aspectos por ‘completar’; es decir, por mejorar, por crecer, por madurar o aprender, sin importar nuestra edad, escolaridad, nacional o religión. Sin embargo, son reconocidos cómo íntegros aquellos que viven con un alto grado de transparencia, que actúan de la misma manera —sea o no— que los demás los observen. Una buena manera de averiguar qué tan íntegros somos es preguntándonos: ¿Qué pasaría si quienes nos rodean tuvieran acceso a lo que pensamos de ellos?, o más aún, ¡al 100% de nuestros pensamientos!

Es íntegra también aquella persona que busca la excelencia para sí y para los que le rodean. Suelen ser justos en su trato porque no pretenden aprovecharse de los demás, y cuando llega a suceder que por error han cometido un abuso, no tienen empacho en pedir una disculpa y restituir el daño.

No son íntegros quienes se jactan de perfectos, sino aquellos que reconocen públicamente sus deficiencias y buscan —sin titubear—, la ayuda de otros cuando lo requieren.

Finalmente, son íntegros quienes ante la adversidad, la presión, la ocasión o la facilidad de hacer lo indebido deciden determinantemente no consentir. No consienten, ni en sí mismos ni los demás, la imposición injusta de la voluntad de otros; aunque les cueste, encaran valientemente la injusticia.

No consienten en los procedimientos ilegales en lo que administran; aunque les resulte difícil encaran tajantemente la ilegalidad.

No consienten el trato desconsiderado e injusto, ni a ellos ni a otros; aunque les exponga encaran decididamente la injusticia.

No consienten en el desaliento que brota de los labios de los corruptos y faltos de integridad; aunque tengan que remar contra corriente encaran la adversidad.

No consienten ni por temor, aunque lo sientan; ni por debilidad, aunque la tengan; ni por presión, aunque los consuma; ni por amenaza, aunque la vivan.

Los íntegros son seres de otra clase. ¡Qué afortunado soy de no conocer a nadie que no haya sido llamado a convertirse en uno!

» La integridad no es cuestión de edad o jerarquía; sino de carácter.

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