¿Examen de conciencia?
No seas sabio
en tu propia opinión; teme a Jehová, y
apártate del mal. [Proverbios 3:7 RVR]
Crecí en un ambiente religioso y aprendí desde niño a realizar el
llamado ‘Examen de conciencia’. Recuerdo que cada viernes se destinaba un
tiempo para que todos los niños del colegio confesáramos nuestras faltas; mi
frase favorita en el confesionario era: «Fueron los mismos pecados de la semana
pasada». Por supuesto que no entendía mucho lo qué significaba arrepentirse y
determinarse en cambiar de rumbo.
Pasaron los años, crecí, pero mi concepto de la confesión y de la manera
en la que avaluaba mis acciones no cambió mucho, hasta el día en que busqué con
sinceridad la dirección de Dios para mi vida y en vez de ‘confesar mis
errores’, le pedí a él que examinara mi corazón. Eso fue terrible… pero
sanador. Por fin pude dar pasos en un rumbo distinto y escapar de hábitos que
me perjudicaban a mí y a los míos.
El proverbio del día dice: «No seas sabio en tu propia opinión…», el
auto examinarse nos hace juez y parte a la vez, y muchos solemos ser
autocomplacientes. Evaluamos a los demás por sus acciones, pero nos
justificamos por nuestras intenciones.
Varios siglos antes de Cristo el hombre más íntegro sobre la tierra era,
sin duda, el profeta Isaías. Cuando él se presentó delante de Dios exclamó
impresionado: «¡Ay de mí! que soy muerto…» [Isaías 6:5], la palabra hebrea que
traduce ‘muerto’ significa también desintegrado. Piensa en esto, ¡el hombre más
íntegro sobre la tierra ante Dios se siente desintegrado!
La integridad nunca será resultado de no haber ‘regado el tepache’ en
alguna ocasión, sino por presentarse valientemente ante Dios, para que él nos
vuelva a dar forma como le sucede al barro en las manos del alfarero.
» El secreto de la integridad está escondido en las manos de Dios.
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