Levántate y camina
Mas la senda de los justos es como la luz de la aurora, que va en aumento hasta que el día es perfecto [Proverbios 4:18 RVR]
Una mañana, muy
temprano, mi esposa y yo llegábamos al aeropuerto de la ciudad en la que
vivimos; estábamos por hacer un viajé ‘relámpago’ dentro del país. Cuando
estábamos a punto de acceder a la sala de espera un hombre resbaló y cayó
bruscamente. Rápido trató de incorporarse, pero, volvió a resbalar y cayó más
aparatosamente que la primera vez. Antes de que alguien pudiera auxiliarlo
había vuelo a intentar levantarse y vuelto a caer. Finalmente se levantó y
siguió su rumbo por su propio pie. Resultó que la caída se propició por un poco
de lodo que pisó antes de la entrada a la sala de espera. Ver a alguien caer al
suelo —especialmente a un adulto—, me resulta impactante y difícilmente lo paso
por alto.
Poco más tarde
iniciamos sin contratiempos nuestro vuelo, y por la noche de ese mismo día
estábamos listos en el aeropuerto de la ciudad a la que viajamos, esperando
nuestro vuelo de regreso a casa, cuando vimos de nueva cuenta al hombre que por
la mañana había caído; él regresaría en el mismo vuelo también.
Unas horas después,
ya en el auto que nos llevaba a casa le pregunté a mi esposa qué pensó cuando
volvió a ver al hombre que había caído. Quiero aclarar que mi esposa es una
persona muy reservada y sé que no suele tomar las cosas a broma. Ella me dijo
que simplemente había recordado su caída. Su respuesta estaba a tono con lo que
yo mismo había experimentado. Es decir, vi al hombre tirado en el suelo una
fracción de segundos esa mañana y a partir de ahí lo asocié con la imagen de un
‘hombre caído’ las siguientes tres o cuatro veces que lo volví a ver. No
importaba que yo lo viera ahora caminando, de pie y sin rastro de haber querido
besar el suelo de nuestra hermosa ciudad —yo lo recordaba tirado en el suelo.
El proverbio del
día dice. «Mas la senda de los justos es como la luz de la aurora, que va en
aumento hasta que el día es perfecto.» Quiero destacar lo siguiente; los
justos, es decir los íntegros, van por un camino que se ilumina más y mejor
conforme avanza su andar. La integridad plena —como he señalado— es un atributo
exclusivo de Dios. Quienes alcanzan un carácter íntegro no son quienes jamás
han caído, sino aquellos que a pesar de haber ‘cacheteado las banquetas’ tienen
la fuerza y la determinación para levantarse, desempolvarse la ropa y seguir en
el camino que los conducirá hacia su destino.
Sin embargo, algo
es cierto, el recuerdo de su caída, de sus fallas, de sus desatinos y malos
días quedará en el recuerdo de algunos, ¿qué hacer?... seguir de pie y
avanzando. Que yo recordara en el suelo al hombre que cayó era en realidad problema
mío, él no volvía a caer por el hecho de que yo lo recordara caído.
El verdadero
problema sería si ese hombre caído no se levantara, o levantado dejara de
intentar avanzar por el recuerdo de haber caído. Los tropiezos eventualmente se
presentan, las caídas en el área moral, física o económica a veces nos
alcanzan, echando por el despeñadero, años de trabajo, las ilusiones de un
mejor provenir y la fuerza que nos hacía sentir capaces de todo y la confianza
que recibíamos de otros. Sin importar si hemos sido o no los causantes de la
caída, el recuerdo se convierte en una vocecilla interna que nos desanima a
seguir adelante y convertirnos en quienes que hemos sido llamados a ser y así
llegar a nuestro destino.
El sabio Salomón
declaró: «Porque siete veces cae el justo, y vuelve a levantarse…» [Proverbios
24:16], el número siete no representa una cantidad limitante como las siete
vidas de un gato, o las ‘oportunidades’ de perder —llamadas comúnmente vidas—
en los videojuegos antes de ser eliminado del juego. Más bien, es un número que
representa que pueden ser muchos los tropiezos que se presenten en la vida de
un hombre o una mujer íntegros, y que su virtud está en levantarse.
Me gusta pensar en
la fe como un lazo; una cuerda. Si cayera en un pantano profundo podría
liberarme si contara con el auxilio de una soga o cuerda, siempre y cuando
tuviera algo firmen dónde afianzarla. De
otra manara me hundiría con todo y el lazo. Creo que así es la fe que levanta
al justo del suelo o lo libera del fango de las calamidades, cuando se arroja a
las manos de nuestro firme creador él nos levanta. El libro de proverbios así
lo expresa: «Torre fuerte es el nombre del Señor; a él correrá al justo y será
levantado.» [Proverbios 18:10]
Una buena manera de
entender los tropiezos del ayer es que son referentes del camino que podemos
ver a través de los pequeños espejos retrovisores del automóvil, mientras que
el parabrisas nos da un amplio panorama del camino que conquistaremos, si no
nos detenemos.
» La integridad nos
hace estar de pie a pesar de haber caído más de una vez.
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